Colección: Religioso

Colección: Religioso

Colección: Religioso

  • REFUGIO DIVINO

    25 x 20 cm

  • RESPLANDOR

    NO DISPONIBLE

  • FE CELESTIAL

    NO DISPONIBLE

  • INMACULADA

    NO DISPONIBLE

  • LA GUADALUPANA

    NO DISPONIBLE

  • REFUGIO DIVINO

    25 x 20 cm

  • RESPLANDOR

    NO DISPONIBLE

  • FE CELESTIAL

    NO DISPONIBLE

  • INMACULADA

    NO DISPONIBLE

  • LA GUADALUPANA

    NO DISPONIBLE

En la Nueva España de 1531, una sociedad marcada por la diversidad, el clasismo y un rígido sistema de castas, se apareció por primera vez la imagen de la Virgen de Guadalupe.

Más allá de ser una de las muchas representaciones de María, la madre de Dios en el universo católico, la Virgen de Guadalupe se convirtió en un símbolo de la madre universal, portadora de un amor incondicional, independiente de toda “raza”, casta o clase social.

Este símbolo ofreció resiliencia y un mensaje de unidad a las diversas sociedades que coexistían en la caótica Nueva España. Tal fue el impacto de este poder unificador que la Virgen de Guadalupe llegó a convertirse en el estandarte de la independencia del territorio que más tarde sería llamado México, e incluso se volvió parte de su bandera nacional.

En este homenaje que Ariosto Rivera rinde a la figura de la Virgen, se hace visible esta íntima conexión de la figura sagrada con lo mexicano. Los artistas emplean paletas de colores que destacan el característico rosa nacional, esto combinado con la técnica del popotillo, la pieza logra transmitir con fuerza el poder de sus símbolos y sus antiguos lazos históricos.

Algunos elementos en la obra de Ariosto Rivera son innovadores en comparación con las representaciones convencionales dedicadas a la Virgen. Aquí se incluyen motivos y detalles donde el popotillo se mueve e ilumina de formas que solamente este material es capaz de hacer, otorgándole un particular dinamismo y vitalidad a la obra.

Como devotos de la virgen, estos elementos y la concepción total de la obra fueron realizados con el mayor respeto, reverencia y amor hacia la Madre Celestial que unió y sigue uniendo este bello país.

En la Nueva España de 1531, una sociedad marcada por la diversidad, el clasismo y un rígido sistema de castas, se apareció por primera vez la imagen de la Virgen de Guadalupe.

Más allá de ser una de las muchas representaciones de María, la madre de Dios en el universo católico, la Virgen de Guadalupe se convirtió en un símbolo de la madre universal, portadora de un amor incondicional, independiente de toda “raza”, casta o clase social.

Este símbolo ofreció resiliencia y un mensaje de unidad a las diversas sociedades que coexistían en la caótica Nueva España. Tal fue el impacto de este poder unificador que la Virgen de Guadalupe llegó a convertirse en el estandarte de la independencia del territorio que más tarde sería llamado México, e incluso se volvió parte de su bandera nacional.

En este homenaje que Ariosto Rivera rinde a la figura de la Virgen, se hace visible esta íntima conexión de la figura sagrada con lo mexicano. Los artistas emplean paletas de colores que destacan el característico rosa nacional, esto combinado con la técnica del popotillo, la pieza logra transmitir con fuerza el poder de sus símbolos y sus antiguos lazos históricos.

Algunos elementos en la obra de Ariosto Rivera son innovadores en comparación con las representaciones convencionales dedicadas a la Virgen. Aquí se incluyen motivos y detalles donde el popotillo se mueve e ilumina de formas que solamente este material es capaz de hacer, otorgándole un particular dinamismo y vitalidad a la obra.

Como devotos de la virgen, estos elementos y la concepción total de la obra fueron realizados con el mayor respeto, reverencia y amor hacia la Madre Celestial que unió y sigue uniendo este bello país.